No hay rosa sin espina

A lo largo del día, todas las web tecnológicas que suelo visitar se han ido haciendo eco de la llegada de Google Chrome, un nuevo navegador que, como su propio nombre indica, viene de la mano de Google. Ninguna de ellas lo había podido probar porque su web oficial aún no estaba disponible pero resulta que visitándola en plan chorras hace unos minutos me la he encontrado activa y con su correspondiente link de descarga. Ni que decir tiene que me pudo la curiosidad y … ya lo tengo instalado. De hecho estoy escribiendo esta entrada desde una de sus pestañas (había que probar que el blog se visualizara bien). Interface minimalista, pocas opciones con las que trastear (página de inicio, idioma por defecto, directorio para las descargas, y, atención, motor predeterminado para las búsquedas) y posibilidad de importar desde Firefox o Explorer la configuración de favoritos, contraseñas, etc … Podíamos estar ante un gran navegador (las páginas cargan a buena velocidad y todavía no he topado con ninguna web que se le resista) pero hay un problema porque, o mucho cambian las cosas, o el consumo de memoria va a ser su talón de Aquiles. Había leído que cada pestaña equivaldría a una nueva instancia del navegador y debe de ser verdad porque con cuatro abiertas ya me encuentro cinco procesos chrome.exe corriendo en paralelo en mi Administrador de Tareas que sumados alcanzan los cien megas de memoria. Desde luego, no está pensado para sesiones de treinta o cuarenta pestañas como suelen ser habituales en mis noches interneteras. Creo que de momento me voy a seguir quedando con mi Opera …