
Llevo tiempo queriendo hablar de
Fringe, la nueva serie salida de la mente de
J.J. Abrams (y
Roberto Orci y
Alex Kurtzman) aunque he preferido esperar prudentemente a visionar unos cuantos episodios para hacerme una idea clara de lo que el show puede llegar a ofrecer.
Y es que, si en algo se caracterizan sus propuestas, es en la necesidad de digerir con calma el planteamiento inical esbozado en las primeras entregas. A bote pronto, se podía definir como una mezcla entre
Alias y
Expediente X, sólo que aquí los elementos paranormales / aliens son suplantados por una serie de “experimentos científicos” en donde la telepatía, las armas biológicas de diferente índole o la clonación tienen su correspondiente hueco.
La acción gira en torno a una agente del FBI (
Anna Torv) que es reclutada por un operativo de la NSA (
Lance Reddick) a fin de investigar todo un rosario de extraños fenómenos que parecen estar relacionados con algo a lo que llaman
El Patrón. En los casos es ayudada por el Dr. Walter Bishop (estupendo
John Noble), un cientifico que hace años trabajó para el gobierno en experimentos secretos de lo más variopinto. El problema es que lo han tenido que sacar de un hospital psiquiátrico en el que ha permanecido recluído más de una década y no anda muy bien de la cabeza que digamos. El equipo lo completa Peter Bishop (
Joshua Jackson), el solitario hijo de Walter y perfecto eslabón entre la jerga científica de éste y el mundo real. Curiosamente, muchos de sus casos tocarán de cerca a
Massive Dynamic, una gran corporación de investigaciones científicas de la que se sabe más bien poco.

La premisa a priori no es para tirar voladores pero en manos de Abrams toma todas las características que con el tiempo ya se han convertido en
marcas de la casa. A saber: un personaje femenino central fuerte (al estilo de Sydney –
Alias – o Kate –
Perdidos -), cabezón y de armas tomar,
excelente factura formal y efectos visuales impactantes, una conspiración en la sombra que parece estar orquestada por una corporación de motivaciones desconocidas, elementos intrigantes aquí y allá para que la peña se estruje los sesos elucubrando mil y una teorías y un toque de fantasía que, si en
Alias provenía de los extraños cachivaches de
Rambaldi, aquí se deriva de un nutrido bloque de experimentos inverosímiles que en la trama quedan referidos como “ciencia límite”.
El punto flaco, y ya viene siendo algo habitual en los guiones de todos sus shows es la
extraña sensación de fragmentación de ideas, de descoordinación entre escritores. Me explico. No es la primera vez que se incluye en la historia un dato supuestamente revelador que parece crucial (ahora mismo recuerdo, por ejemplo, algo extraño sobre al nacimiento de
Peter Bishop) que, sin embargo y una vez planteado, desaparece sin mayores explicaciones y para desconcierto del público en los episodios posteriores.
Sobre la opinión de si merece la pena o no, creo que depende del criterio y gustos de cada uno … aunque si andas en el grupo de personas que seguían
Alias o
Expediente X, seguro que ya te ha cautivado …