Buff, menuda la que se ha montado esta semana con el estreno de
Saw VI, bueno, más bien con su no estreno gracias a la
calificación X que le han cascado al film desde la
Comisión de Calificación dependiente del
Ministerio de Cultura.
En nuestro país, como en muchos otros,
la X no sólo es exclusiva de las cintas porno sino que define también a todas aquellas que hagan apología de la violencia.
Como es de suponer, esta asignación restringe en gran medida su distribución comercial ya que únicamente puede ser exhibida en salas dedicadas a tal fin … y en España tan sólo
disponemos de ocho.
Para una peli porno ésto no es un gran inconveniente (sus verdaderas ganancias provienen del mercado DVD) pero para
Saw VI, un film distribuído por
Disney / Buenavista y para cuyo estreno habían preparado
300 copias (a un coste de 2000 euretes cada una) pues sí.
No soy capaz de recordar nada por el estilo (hasta
el telediario y las
webs yankees han dado cuenta de ello) y más cuando a mi estas calificaciones siempre me han parecido de risa y algo anacrónico
A diferencia de lo que ocurre en lugares como Inglaterra, Australia o Alemania, en este país
son meramente informativas, y con ese cuento, el que quiera se las puede pasar por el forro sin mayor inconveniente. De hecho, a medida que han transcurrido los años, incluso han dejado de aparecer como advertencia al inicio de las proyecciones.
Tampoco ayuda mucho el conocer quién las otorga. Y es que, a semejanza de lo que ocurre en la
MPAA americana, los votos proceden de una serie de personas desconocidas que
teóricamente representan a un amplio abanico de nuestra sociedad.
Concretamente, en España contamos con seis vocales
elegidos cada dos años a dedo por el director del
ICAA (actualmente
Ignasi Guardans, un hombre que se ha cubierto de gloria), cobran por informe realizado y su dictamen no es vinculante.
Su decisión se puede recurrir y en eso anda precisamente la distribuidora que, de momento,
postpone el estreno a la espera de una decisión final del Ministerio que, a las malas, podría demorarse varias semanas.
Una vez contextualizado todo este embrollo, me gustaría hacer un par de reflexiones.
Estamos
tremendamente malacostumbrados. Desde la llegada de la democracia, la censura cinematográfica se evaporó sin más, a diferencia, por cierto, de otros países de nuestro entorno (Alemania o Francia, por ejemplo) en los que aún conserva cierto poder.
A lo largo de este tiempo, hemos podido disfrutar de
todo tipo de trabajos sin ningún problema ni cortapisa, incluso de montajes extendidos, bastante más brutos que los exhibidos en USA, una nación que, por cierto, sí que posee una censura bien establecida que obliga a mutilar el trabajo de decenas de directores si quieren ver proyectadas sus cintas en los circuítos comerciales.
Por eso entiendo que la primera vez (en más de treinta años) que el
Ministerio de Cultura decide meter mano con su única calificación chunga a una peli comercial, la gente
empiece a rasgarse las vestiduras.
Ahora bien, independientemente de la violencia o no violencia del film, el problema de base es que todo se ha hecho muy mal, en plan chapuza española de las buenas.
Si quieres hacer cumplir la ley, por mí perfecto, pero no puedes cascarle la X a
Saw VI sin habérsela puesto antes a sus cinco entregas previas (o por lo menos a alguna de ellas) o a trabajos tan brutales, depravados y sangrientros como
Hostel o
Hostel: Part 2.
Y para acabar tampoco podemos olvidar la eterna cuestión, el manido discursete de siempre que se cuestiona sobre el
derecho que ampara a seis ciudadanos (sin cualificación conocida todo sea dicho) a decidir sobre lo que tenemos o no que ver.
Desde luego es un precedente importante aunque viendo cómo se ha puesto el patio, dudo que vuelvan a montar otra igual en mucho tiempo.